jueves, 24 de diciembre de 2015

Últimamente redacto circularmente, aunque solo, últimamente

Redacto con la conciencia



Escribo de forma autónoma con el pie pesado de un elefante que va aplastando las letras.

Me siento absorbida por una especie de espasmo, una especie de espacio entre lo que inhalo y lo que exhalo. Un interludio entre los días, soy una sombra que vibra los ritmos de las cuatro comidas y las tareas que me propongo a diario,

Arrastro una angustia como dos cadenas. Me apresan el alma y la garganta. Pero ni cuenta puedo darme. Mi instinto de autopreservación me dice que todo está muy bien y vamos para adelante…algunos días es diferente.

Algunos días me siento realmente viva. Siento vibrar los colores con el sol y  la brisa cosquillea mi alma, se me agudiza el oído y el tacto, puedo sentir el viento. Esos días salgo del espasmo. Veo a todos los que conozco condiciéndose de una forma autómata por la vida casi sin darse cuenta de que están vivos. Todos están preocupados por que el piso esté bien limpio y la mesa puesta para la cena…el cachetazo es doloroso. Verse a uno mismo habiéndose conducido de tal manera. Me doy cuenta de todo. Y tomo conciencia de que no tiene sentido vivir con angustias baratas día a día, arrepentirse de la rumiación mental es fácil cuando todo se vuelve simple, rápido y sencillo…Con la luz del sol se aclaran las cosas. Vuelvo a aceptarme con toda la conciencia, me planto en la vida como si fuera un árbol y le digo a mis hojas que todo va a ser diferente. Tengo un día hermoso y me acuesto a la noche habiendo dado las gracias. Para mi sorpresa, el baldazo de agua fría tiene fecha de vencimiento

Temprano por la mañana me vuelvo a enredar en las cuerdas de lo cotidiano. Sufriendo por cosas de resolución mediata. Enroscándome en los sinfines de una tarea común. Maldiciendo junto a los otros, intentando buscar un poco de paz en lo ajeno, rogándome a mi misma por lo propio. Quedo inmóvil, esperando que un poco de claridad vuelva a sacarme de este bosque. Pues es difícil transitar cuando la vida misma entre las malezas. Es todo oscuro y enredado. La simplicidad de las ideas no siempre acude a calmarnos y me duermo añorando ¡Qué cálida es la vida en los claros! La depresión no habita en los valles y por más que las malezas son más o menos las mismas, no todos tenemos el mismo machete.

La conciencia me duele porque tomo noción de mi capacidad de llegar a los claros. Es difícil reconocerlo, pero a veces, me aplasta el día algunos días. Como un elefante, en ocasiones, llega hasta aplastarme las letras.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Objetos

Tanta cosa con tanto significado. Me dan ganas de poner el tarro de pintura de florero y en el florero pintura. Me cago en la relación forma-función. La eficiencia no entiende de estética en la mayoría de los casos. El humano es un ser retorcido y extraño. Cuelga cosas en las paredes cuando la convención lo acompaña. Yo tengo un cuadro de felpudo. Ser retorcido y extraño (el del cuadro)

Pasajeros en tránsito




 Es inevitable pensar ciertas cosas cuando uno está en tránsito. Algunos se encuentran más en tránsito que otros por la vida. Una especie de no lugar, diría Foucault. Desde hace unos meses he comenzado a alquilar y no puedo dejar de sentirme en tránsito. Como si el tic tac de un contrato avecinara la finitud de una pequeña etapa. Pocos puntos a parte en esta vida son antedichos. Full stop. La escuela, la universidad. Algunos contratos. Es casi todo. Pocas veces sabemos cuando algo se va a acabar. Cuando se acaba recordamos a la muerte y a nuestra incapacidad occidental de aceptar el pasar de los ciclos. Vida-muerte-vida, no dejo de repetirme.

Me preparo un café y pienso en que somos los que éramos, somos lo que todavía no somos y un presente que no asoma sino más bien se tropieza con nosotros en esta casa de dos habitaciones y un bonito balcón donde comienza nuestra historia.

Como casa alquilada, retiene en sus paredes los últimos suspiros de unos cuadros, vaya a saber de quien o de cuando. Los clavos siguen allí, atestiguando una historia a medias, como los rayones de lápiz que algún niño dibujó detrás de la puerta del baño, en un lugar que apenas se puede ver.

Debajo están las plantas que alguien más plantó. La cochera, donde varios modelos de autos han dejado sus huellas y una escalera despintada que más de una vez han intentado colorear. Desde un árbol centenario pían varias generaciones de pájaros y unos cuantos nidos secos caen sobre el techo de los vecinos, vecinos que eran vecinos de esta zona antes que yo.

Como un geronte que aún tiene largos años por delante, varias vidas lo han atravesado. El paso del tiempo me conmueve. Sabemos tan poco sobre el tiempo. Desde que esta casa ha estado parada con sus pequeñas patitas de hierro sobre este suelo mendocino, varias historias lo han atravesado, numerosas familias se han situado en esta casa y seguirán haciéndolo hasta que se convierta en otra cosa o tal vez, otra casa.

Será porque es la primera vez que alquilo. Pero ocupar algo que antes ha sido ocupado me vincula a otras gentes, a otras historias que coinciden en una misma elección. Somos todos un punto en común. Es un cuento de varios personajes. No dejo de pensar en que pasaría si volcamos toda la variable tiempo en un mismo espacio.  El desarrollo de esta trama me aturde y pienso en estos dos años, como deshago y hago mi pequeña historia. Los que vendrán, que pensarán de los anteriores, si es que piensan en nosotros y si podrán ver, por más que intentemos borrar, las marcas que dejaron nuestra existencia.

Trascender es algo que ocupa la conciencia de los humanos. En nuestra finitud un dejo de solidaridad y melancolía se extiende y nos une a los que siguen por nosotros. Un ser finito trasciende a través de otros. Es como dejamos nuestro paso por el planeta. No es ser narcisista, es querer dejar un legado. Tomando noción de nuestra existencia, Inconcientemente uno va pisando y haciendo historia. Relativamente algunas historias son más significativas que otras. Todas dan noción de nuestra existencia.

Me impresiona que vestigios de nuestro presente formen parte del futuro de otros. De la misma manera en la que todos contribuimos a una especie de masa amorfa social por la cual miles de años después una sociedad posterior se preguntará por nosotros, quienes éramos, mientras intenta descifrar en alguna tableta gráfica una foto, los vestigios de algún circuito electrónico perdido entre los restos de ladrillos de lo que alguna vez fue una casa. Me pregunto si algún vecino de Pompeya alguna vez habrá pensado en esto, cuando años después miles de turistas harían colas para pasar por la puerta de su antigua casa, completamente embestida por lava volcánica.

Todos somos pasajeros en tránsito en este planeta. Solo que algunos se sienten más en tránsito que otros. La sensación es inevitable cuando uno podría jurar que ve moverse al tiempo.

viernes, 11 de diciembre de 2015

FRUTAS



Salir a caminar y sentir pulsar los autos en el pavimento. Como los pájaros atestiguan la mañana y mi corazón que late por estar viva. Por primera vez en mucho tiempo me siento existir en este cuerpo. En este guante que envuelve otros tantos guantes y soy porque existo y hoy me creo capaz de pilotearme por el tráfico matutino sin caer en demasiados baches.

Me siento en mi con todos mis ciclos, mis tiempos, mis, esperas, mis dudas. Soy como una planta que nace y muere infinitamente entre sus hojas y las flores que esplendorosamente se suceden hasta dar la nada o frutos, frutos que dan semillas, frutos que se secan y se pierden en la tierra o se pudren. Soy mis esperas soy mis ciclos. Soy la paciencia que no me colma pero que persigo atentamente desde haber probado sus virtudes.

Cada cuadra es un desafío recorrido, ya que voy pisando el futuro voy rozándole el rabo mientras voy abandonando pasado, quemando presente temblando el aire con mi respiración pausada y aprendiendo que es difícil lograr mantener el control cuando se sabe que no se tienen el control de casi nada y aquellas cosas que uno controla, las controla a veces. la vida no esta compuesta de constantes momentos de protagonismo hollywoodense. Es saber respetar los ciclos del aburrimiento, de la pereza, de la tristeza, tanto como los de la productividad y la alegría. Asombrarse ante lo que la cultura no espera que te asombres. En las sombras, en la oscuridad, se gesta el nuevo ciclo de luz.