Escribo de
forma autónoma con el pie pesado de un elefante que va aplastando las letras.
Me siento
absorbida por una especie de espasmo, una especie de espacio entre lo que
inhalo y lo que exhalo. Un interludio entre los días, soy una sombra que vibra
los ritmos de las cuatro comidas y las tareas que me propongo a diario,
Arrastro
una angustia como dos cadenas. Me apresan el alma y la garganta. Pero ni cuenta
puedo darme. Mi instinto de autopreservación me dice que todo está muy bien y
vamos para adelante…algunos días es diferente.
Algunos
días me siento realmente viva. Siento vibrar los colores con el sol y la brisa cosquillea mi alma, se me agudiza el oído
y el tacto, puedo sentir el viento. Esos días salgo del espasmo. Veo a todos
los que conozco condiciéndose de una forma autómata por la vida casi sin darse
cuenta de que están vivos. Todos están preocupados por que el piso esté bien
limpio y la mesa puesta para la cena…el cachetazo es doloroso. Verse a uno
mismo habiéndose conducido de tal manera. Me doy cuenta de todo. Y tomo conciencia
de que no tiene sentido vivir con angustias baratas día a día, arrepentirse de la
rumiación mental es fácil cuando todo se vuelve simple, rápido y sencillo…Con
la luz del sol se aclaran las cosas. Vuelvo a aceptarme con toda la conciencia,
me planto en la vida como si fuera un árbol y le digo a mis hojas que todo va a
ser diferente. Tengo un día hermoso y me acuesto a la noche habiendo dado las
gracias. Para mi sorpresa, el baldazo de agua fría tiene fecha de vencimiento
Temprano
por la mañana me vuelvo a enredar en las cuerdas de lo cotidiano. Sufriendo por
cosas de resolución mediata. Enroscándome en los sinfines de una tarea común.
Maldiciendo junto a los otros, intentando buscar un poco de paz en lo ajeno, rogándome
a mi misma por lo propio. Quedo inmóvil, esperando que un poco de claridad
vuelva a sacarme de este bosque. Pues es difícil transitar cuando la vida misma
entre las malezas. Es todo oscuro y enredado. La simplicidad de las ideas no
siempre acude a calmarnos y me duermo añorando ¡Qué cálida es la vida en los
claros! La depresión no habita en los valles y por más que las malezas son más
o menos las mismas, no todos tenemos el mismo machete.
La
conciencia me duele porque tomo noción de mi capacidad de llegar a los claros. Es
difícil reconocerlo, pero a veces, me aplasta el día algunos días. Como un
elefante, en ocasiones, llega hasta aplastarme las letras.
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